Cuando uno empieza un tratamiento psicológico está iniciando un proceso de aprendizaje y de conocimiento de sí mismo que le permitirá manejar y resolver sus dificultades. Quizás es una mejora de determinadas habilidades, quizás una forma alternativa de interpretar las experiencias que uno vive o el enfrentarse a miedos que uno venía evitando…, en definitiva, supone algún tipo de cambio adaptativo que uno no emprende en solitario, sino que lo hace en compañía de un psicólogo que sabe por qué camino guiarle.

Su principal instrumento es la comunicación, la empatía y la escucha activa que buscan alcanzar los objetivos terapéuticos estimulando pensamientos, sentimientos, sensaciones y conocimientos.

• Problemas de pareja o familia: derivados de la convivencia, por falta de habilidades, dificultades de relación con la familia política o con los hijos, etc.

• Dificultades sexuales: déficit de deseo sexual en la pareja, eyaculación precoz, vaginismo, dificultades de erección y problemas para conseguir el orgasmo.

• Problemas derivados de una separación o ruptura emocional: cómo afrontar la pérdida y desengancharse emocionalmente, rehacer su vida, manejar la relación con la ex pareja de forma adecuada, con la familia propia y la ex familia política, habilidades de negociación necesarias en esta situación, informar a los hijos y ayudarles a sobrellevar la nueva situación, cómo crear un nuevo círculo social, etc.

• Problemas de relación interpersonal: debidos a la falta de habilidades sociales, a no saber hacerse respetar, problemas de comunicación, dificultades para expresar el enfado de forma adecuada, timidez, etc.

• Trastornos de ansiedad: miedos o fobias, angustia, estrés, obsesiones, que se manifiestan acompañados de síntomas físicos como sudoración o palpitaciones y generan malestar intenso, problemas de sueño, irritabilidad, etc., y que interfieren en el trabajo, las relaciones personales y la vida cotidiana. Entre estos  se incluye el Trastorno por estrés postraumático, como consecuencia de haber vivido o haber sido testigo de acontecimientos muy traumáticos o catastróficos.

• Problemas de autoestima.

• Depresión, que provoca una constante sensación de tristeza, falta de interés, insomnio, apatía, sentimiento de culpa, falta de concentración o dificultad para tomar decisiones.

• Adicciones: alcohol, tabaco, otras drogas, así como al juego, internet, u otras actividades.

• Crisis evolutivas: como la búsqueda o pérdida de empleo, la jubilación, el abandono del hogar por parte de los hijos, el duelo ante la pérdida de un ser querido, etc.